Sada laguna
Piedad Esther González
No está mi hada madrina.
Se fue con mis años mozos.
No hay quien convierta
una calabaza en...
No habrá príncipe, ni baile,
ni dejaré una zapatilla,
como contaron Perrault,
Grimm o Disney.
Soy Cenicienta
en el fregadero lleno de trastes.
Soy Cenicienta
en el lazo al tender la ropa.
Soy la del viejo cuento,
porque en los muebles
el polvo del Sahara me aguarda.
En mis largas décadas,
surge mi actual hada madrina.
La misma que viene
a dignificar la danza con la escoba,
la espuma de los platos,
lo tenso de los lazos.
Con alegría transforma el caos
en orden y limpieza.
Cambia el desconcierto
en «el pan nuestro de cada día».
Entonces yo,
conmovida hasta las lágrimas,
me convierto
en la mano de su carroza,
acudo por tal prodigio
a la orilla de la plácida laguna
y agradezco que los cuentos
también maduren
cuando más los necesito.