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Algunos mensajes del Profeta del Nopal 

Rodrigo González "Rockdrigo"

Tiempo de híbridos 

  

 

Era un gran rancho electrónico 

con nopales automáticos, 

con sus charros cibernéticos 

y sarapes de neón. 

  

Era un gran pueblo magnético 

con Marías ciclotrónicas, 

tragafuegos supersónicos 

y su campesino sideral. 

  

Era un gran tiempo de híbridos. 

  

Era medusa anacrónica, 

una rana con sinfónica 

en la campechana mental. 

  

Era un gran sabio rupéstrico 

de un universo doméstico. 

Pitecantropus atómico, 

era líder universal. 

  

Había frijoles poéticos 

y también garbanzos matemáticos 

en los pueblos esqueléticos 

con sus guías de pedernal. 

  

Era un gran tiempo de híbridos 

de salvajes y científicos, 

panzones que estaban tísicos 

en la campechana mental 

en la vil penetración cultural 

en el agandalle transnacional 

en lo oportuno norteño-imperial 

en la desfachatez empresarial 

en el despiporre intelectual 

en la vulgar falta de identidad. 

Vieja ciudad de hierro 

  

 

Vieja ciudad de hierro, 

de cemento y de gente sin descanso, 

si algún día tu historia tiene algún remanso 

dejarías de ser ciudad. 

  

Con tu cuerpo maltrecho 

por los años y culturas que han pasado, 

por la gente que sin ver has albergado, 

el otoño para ti llegó forzado 

ya que: 

  

Te han parado el tiempo. 

Te han quitado la promesa de ser viento. 

Te han quebrado las entrañas y el silencio. 

Ha volado como un ave sin aliento. 

  

Se ha marchado lejos 

tu limpieza clara  

y en tu par de espejos 

han morado colores que son añejos 

y ahora ya no brillan más. 

  

Capital de mil formas, 

de recuerdos que se pierden entre el polvo, 

de tus carros, de tus fábricas y gentes 

que se hacinan y tu muerte no la sienten. 

  

¿Qué harás con la violencia 

de tus tardes y tus noches en tus calles, 

de tus parques y edificios coloniales 

convertidos en veloces ejes viales? 

Ya que: 

  

Te han parado el tiempo. 

Te han quitado la promesa de ser viento. 

Te han quebrado las entrañas y el silencio. 

Ha volado como un ave sin aliento. 

  

Se ha marchado lejos 

tu sonrisa clara  

y en tus azulejos 

han morado colores que son añejos 

y ahora ya no brillan más. 

 

Perro en el Periférico 

  

Sólo era una representación, 

tan sólo un acto de teatro. 

Una simple asimilación 

de aquel tiempo y ese espacio. 

  

Desde que nació barnizaron sus entrañas, 

retacaron su cabeza de patrañas. 

Costumbres que, como arañas, 

lo atraparon en su red hecha de mañas. 

  

Creció creyendo ser normal, 

con los botones precisos. 

Superando al animal  

en el cuarto y quinto inciso. 

  

Pero un día voló y desde arriba él miró 

el desorden de todo el barullo esférico. 

Fue entonces que se sintió  

como un perro en el Periférico. 

  

Confundido por creencias 

de religiones y ciencias, 

aturdido por el ruido 

en su interior, bien perdido. 

  

Tan sólo un disco rayado 

con volumen muy histérico, 

sin saber para qué lado 

como un perro,  

como un perro en el Periférico. 

  

Sólo era una representación, 

tan sólo un acto de teatro. 

Una simple asimilación 

de aquel tiempo y ese espacio. 

  

Confundido y colérico 

como un perro en el Periférico 

periférico 

esférico 

histérico 

perro en el Periférico. 

Balada del asalariado 

  

Me asomé a la ventana y vi venir al cartero. 

Me entretuve pensando en una carta de amor. 

Mas no, no, no: 

eran la cuenta del refri y del televisor. 

  

Me asomé a la ventana y vi venir a Romero. 

Me entretuve pensando en que venía a saludar. 

Mas no, no, no: 

eran seis meses de renta que tenía que pagar. 

  

Me asomé a mis adentros, sólo vi viejos cuentos 

y una manera insólita de sobrevivir. 

Miré hacia todos lados, 

dije: Dios, ¿qué ha pasado? 

«Nada, muchacho, sólo eres un asalariado». 

  

Por la puerta entraron mi mujer y mis hijos. 

Preparo la alegría que los va a acariciar. 

Mas no, no, no: 

la despensa y la escuela se tienen que pagar. 

  

Pagar, pagar, pagar, pagar, 

sin descansar. 

Pagar tus pasos, hasta tus sueños, 

pagar tu tiempo y tu respirar, 

pagar la vida con alto costo 

y una moneda sin libertad. 

Suben las cosas, menos mi sueldo 

¿qué es lo que se espera de este lugar? 

  

Me fui para la iglesia a buscar un milagro, 

rezándole a un retrato quise ver la cuestión. 

Mas no, no, no: 

lo que vi fue al diablo de la devaluación. 

  

Me asomé a la ventana y vi venir a tu hermana. 

¡Menos mal...! 

 

  

Susana de la mañana 

  

Con tus manos  

sobre la máquina de escribir, 

contestando las llamadas  

día tras día sin sentir. 

  

Tus ojos vuelan siempre  

con rumbo del reloj, 

la novela semanal,  

el último hit musical. 

  

La pintura de labios, 

el rímel, la moda, el peinado, 

sábado en la noche a la discoteque; 

revistas y televisiones  

que te dan la imagen 

de lo que tú debes pensar o sentir. 

  

Susana de la mañana,  

tú ves escritos hasta en la tarde. 

  

El día se pasa 

entre fábulas y cuentos viejos, 

fastidios que no saben 

esconderse o irse lejos. 

  

Pero no importa 

ya que el amor llegará: 

ese príncipe encantado 

algún día te salvará. 

  

Pero te vas por la calle 

y al llegar la noche 

ya nada sabes más de ti. 

 

En ese continuo 

lo mismo de siempre te espera 

antes de dormir 

y empezar otra vez. 

  

Susana de la mañana,  

tú ves escritos hasta en la tarde. 

De checar bien la tarjeta 

y así los jefes no te regañen. 

  

Susana de sueños viejos 

días aburridos 

mirada hacia ningún lugar. 

 

 

Gran silencio 

 

Vaga el mundo por el tiempo 

al amparo del viento 

en el gran silencio. 

  

Pasan las cosas importantes 

las insignificantes  

a que jugamos todos. 

  

Pero se engañan  

y se destruyen tontamente 

sin importarle a la gente 

las argucias de su mente. 

  

Sistemas e individuos se preocupan 

más por lo que ellos prejuzgan  

que por algo que sea real. 

  

Compras tu boleto de entrada 

hacia la encrucijada 

que no tiene final. 

  

Sueñas y te encierras en los mundos 

esos sueños profundos  

donde no hay bien ni mal. 

  

Armas con tu vida alguna historia  

donde sin pena ni gloria 

no comprendes ni el final. 

  

Te metiste hacia un mundo de pasiones  

donde las ilusiones 

te pudieron atrapar. 

 

 

Puedes 

  

Puedes tomar un avión, 

nave espacial o camión. 

Puedes ver mucha televisión 

para escaparte de aquí,  

mas por muy lejos que tú vayas 

nunca podrás escapar de ti. 

  

Puedes mentirle al doctor, 

a este y al otro señor. 

Puedes mentir con honor 

para sentirte aquí,  

pero aunque mientas y más mientas 

a quien más mientes 

siempre es a ti. 

  

Puedes negar la verdad, 

clavarte en la falsedad, 

puedes pensar que hay amor; 

en este mundo zumbas de horror. 

  

Puedes aislar la razón 

y matar a tu corazón. 

Puedes ahogarte en gran diversión 

para olvidarte de aquí,  

mas siempre cuando tú regreses 

habrá una sombra esperando por ti. 

  

Puedes comprar el calor 

de un personal mundo mejor. 

Puedes tapar el dolor 

de todo a tu alrededor,  

mas aunque tapes y más tapes 

ya vendrán días llenos de rigor. 

Distante instante 

  

Si volviera el amor... 

si tuviera un hermano,  

un amigo, un sueño en la mano, 

moriría ese dolor 

de buscar el calor  

en el cruel laberinto 

de este vaso de alcohol, 

de estas calles sin sol. 

  

Si tuviera ilusiones... 

si existieran razones,  

locuras, mentiras, pasiones, 

no habría necesidad 

de pasarme por horas  

bebiendo cantimploras 

de esta vil soledad, 

de esta eterna ansiedad. 

  

Si pudiera borrarme 

esos viejos recuerdos 

que como viles cuervos 

arrancan ya mis ojos, 

dejando mis despojos 

entre historias hirientes 

igual de indiferentes 

al amor y a las gentes. 

  

Si te hubieras quedado... 

si me hubieras pedido  

que quemara el sonido 

de ese viejo pasado, 

no estaría aquí metido  

ahogando mis entrañas 

arañando el olvido, 

bien confuso y perdido. 

  

Cuando tenga la suerte 

de encontrarme a la muerte 

yo le voy a ofrecer 

todo el tiempo vivido 

y este vaso henchido  

por un distante instante: 

un instante de olvido. 

  

Solares baldíos 

  

Ella estaba sentada  

en un jardín de sopor, 

sentada sobre la nada  

viendo fantasmas de amor, 

con los dedos amarillos  

por los cigarrillos 

y excesos de ron. 

  

Ella se mece en su hamaca  

enredada en el tiempo, 

con la mirada ya flaca  

por quien nunca regresó, 

dicen los niños que juegan  

a ver quién atina 

a los vasos de ron. 

  

Cruzan mi mente solares, 

solares baldíos de amor. 

  

Es un cometa la imagen,  

es un mapa de vapor. 

«Voy por cigarros», le dijo, 

se puso el sombrero y jamás regresó. 

  

«Ya no arañe las nubes»,  

le recetó algún doctor. 

Pero ella estruja lugares 

que dan a solares  

baldíos de amor. 

  

Fue a sacudir al tendero,  

al policía y al dolor, 

pero de aquel paradero  

sólo silencio encontró. 

Los días eran sospecha  

de algún enemigo 

con el odio a flor. 

  

Supo de alguien que sabía  

adivinar el color 

y en un teléfono viejo  

ella escupió su dolor. 

«Miles de gentes perdidas»,  

le dijo un lejano interlocutor. 

  

Eran su vida solares, 

solares baldíos de amor. 

 

No tengo tiempo (de cambiar mi vida) 

  

Cabalgo sobre sueños innecesarios y rotos. 

Prisionero iluso de esta selva cotidiana. 

Y como hoja seca que vaga en el viento, 

vuelo imaginario sobre historias de concreto. 

  

Navego en el mar de las cosas exactas. 

Voy clavado en momentos de semánticas gastadas. 

Y cual si fuera una nube, esculpida sobre el cielo, 

dibujo insatisfecho mis huellas en el invierno. 

   

Camino automático en una alfombra de estatuas, 

masticando en mi mente las verdades más sabidas. 

Y como lobo salvaje, que ha perdido su camino, 

he llenado mis bolsillos con escombros del destino. 

  

Sabes bien que 

manejo implacable mí nave cibernética, 

entre aquel laberinto de los planetas muertos. 

Y cual si fuera la espuma de un anuncio de cerveza, 

una marca me ha vendido ya la forma de mi cabeza. 

  

Ya que yo  

no tengo tiempo de cambiar mi vida: 

la máquina me ha vuelto una sombra borrosa. 

Y aunque soy la misma tuerca  

que han negado tus ojos, 

sé que aún tengo tiempo  

para atracar en un puerto. 

El tren de los locos  

  

En este tren de los locos a quién le puede importar 

qué es lo que dicen los pocos con credencial de pensar. 

  

En el convoy manicómico a quién le va a interesar 

los letreros de señales dispuestos a hipnotizar. 

  

Loco el conductor y los fogoneros, 

esquizoide tren, con todo y pasajeros. 

  

El tren de los locos va rolando por la eternidad, 

espéralo en Marte, por ahí va a pasar. 

  

El tren confuso va chocando en el espacio ya, 

tomó su gas en Venus, se fue sin pagar. 

  

En este tren de los cuerdos hay demasiada importancia 

por las cosas que no sirven pero que dan elegancia. 

  

En el convoy realidad hay demasiado interés 

por la mentira aburrida y la visión al revés. 

  

Cuerdo el conductor y los fogoneros, 

realístico tren, con todo y pasajeros. 

  

El tren de los cuerdos va sobre un sólo carril, 

lo ampara la plata y el plomo del fusil. 

  

El tren sentado esgrime y escupe su ley. 

Siempre estate al tiro porque te hacen güey. 

 

Huapanguero 

  

El canto de los vientos de la huasteca 

es costas y montañas y la hoja seca. 

Entre caña, tabaco y pescado frito, 

el huapanguero llega alegrando a todos con su grito. 

  

Anda llévame lejos con tu violín 

a universos adonde el ritmo es afín. 

Canta unos versos claros a mi princesa, 

¡oh huapanguero rima, asómbranos con tu destreza! 

  

Dibujando alegrías haciendo del tiempo un manantial, 

huapangos que improvisan entre la risa y el mezcal, 

 o cantando dolores de las tristezas de un jacal, 

de algún amor perdido, tal vez un héroe inmortal. 

  

Oh, indio de ágil verso, poeta del viento, 

es tu jarana ríos, valles y montes, 

con tu falsete largo como cenzontle 

huapanguero quisiera expresarte aquí mi sentimiento. 

  

Rey del viento de la huasteca, así eres tú. 

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