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Dístico

Javier Vargas de Luna

Abajo los autosuficientes, 

los que ya no exigen aguinaldo en la caricia 

ni lamentan el robo nacional de la ternura, 

ni dejan encendida la luz del por-si-acaso

los que copian con el cuerpo de los otros 

la moda de morir ya casi muertos 

(los que copian con acento mortecino 

la moda de sentir que son honestos),

los de casta que camina a ciencia cierta 

por un árbol, poco importa, o por las ramas 

Abajo los que ya no esperan un regalo: 

un diciembre hecho de enero en el anhelo 

de otra forma de escribir el Año Nuevo 

Abajo quien insista con el nombre 

ser refugio cal y canto de huracanes, 

los de rostro de prefacios doctorales 

en el gesto acostumbrado de un portazo 

frente al llanto indescifrable de mis hijas, 

los de marca registrada en la arrogancia 

cuando dicen que los cojos son culpables 

de tropiezos menos verdes de Esperanza 

Abajo los que no necesitan más cerveza 

al final de una jornada de fracasos, 

los de raza con piel de enciclopedia 

eruditos en amores por encargo… 

Abajo, ya está, y tantas veces 

con la gente que desoye la presencia 

de un poeta, ¡por favor!, en otros labios 

 

 

II 

Abajo los autosuficientes, 

los que abusan de la paz de sus libreros 

y confunden los prefacios del silencio 

con la hora imprevista del sonrojo 

Abajo los que no se juegan la mirada en un eclipse, 

los de ojos pertrechados en sus gafas de ser buenos... 

 

Que mueran los que ya no van al cine 

porque odian reír como nosotros 

(también los que ya no van al circo 

porque nunca entendieron ser aplausos) 

Que mueran, además, los que ya no esperan cartas, 

los que viven sin sangre y sin buzones, 

los del odio postal a las promesas, 

los que ya no juegan al billar bajo la luna 

ni hablan de amar con carambolas 

Que mueran los que ignoran que las nubes 

son cielos que anuncian los regresos, 

los que nunca piden una cita con el miedo 

(el miedo a ser amados 

y al venga lo que venga), 

los que afirman en nombre de algún santo 

que son tan obedientes cuando sufren… 

 

Abajo los que todo lo previenen, 

los que ya no parpadean a pecho abierto 

ni lloran por sorpresa en el abrazo 

Abajo tantas veces, en fin, con todos ellos: 

son gente que cancela la presencia 

de un poeta, ¡por favor!, en cualquier beso 

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