Microrrelatos
Jesús Guerrero Valdez
El pecado de los cocodrilos
De cierto os digo que no tenía nada. El indigente del parque amaba a los cocodrilos y cada noche sentado desde lo alto de un macizo los veía devorar manjares. Saciar su curiosidad lo hacía sentirse parte de las grotescas escenas.
Desde aquel claro a orillas de la laguna y recortado a contraluz, parecía que los lagartos lo aceptaban. Hasta cuando su figura sombría se soñó mesías; penetró en el fango, se abrió paso entre el agua para unirse en comunión al fin con ellos, por los siglos de los siglos.
Festejo
Ya estaban ebrios cuando inició su festejo.
Fue entonces que el viejo tomó un cerillo y solo alcanzó a decir: «felicidades a mí» cuando la casa explotó.
Naturaleza muerta
El astronauta, cansado de tanta vastedad, se desplomó rendido sobre la banca del parque; ya no sentía su cuerpo. La escafandra lo había absorbido todo y lo mantenía alejado del mundo...