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Microrrelatos

Mercedes Varela

Dignidad 

 

No hay agonía más lenta y digna que la de las flores dentro de un florero. Ellas continúan abriéndose a la vida aunque sean sus últimos minutos. 

 

Cangrejo 

 

Pensó que por su esfuerzo llevaba ventaja. No se percató que sólo iba zigzagueando. 


 

El abuelo 

 

 

El viejo Luis era dueño de una sonrisa franca que iluminaba su rostro y hacía que le salieran chispitas de sus ojos azules. Era conocido como «El abuelo». Los pequeños gastaban sus horas al lado del viejecito quien era un cuentacuentos natural. De sus labios siempre brotaban las historias apropiadas. Cuando se acercaba la fecha de día de muertos les contaba historias de terror que les ponía los pelos de punta a los muchachitos. Nadie recuerda cuándo llegó. Los años lo convirtieron en una extensión de la vetusta casa que habita. ¿De dónde provenía su dinero?, lo ignoraban. Él, gustoso lo compartía. Jamás negaba un préstamo, ni a los niños las golosinas. Estos se disputaban el ser el consentido, porque les iba bien. Les regalaba ropa y juguetes, les daba dinero y ayudaba a los padres con los gastos del niño en la escuela. Un día, el abuelo no salió. Al siguiente, tampoco. Los vecinos empezaron a preocuparse. Llamaron a las autoridades que acudieron veinticuatro horas después. Tumbaron la puerta y al entrar se horrorizaron al encontrar al abuelo tirado en el piso, con el rostro desfigurado por los golpes y sobre el cuerpo ensangrentado y desnudo, las fotos pornográficas de sus nietos consentidos. 

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