Nunca más
Laura Olivia Hernández
¿En las tinieblas existirá belleza? El poema El cuervo de Edgar Allan Poe nos narra cómo en una noche de ensoñación llegó a su puerta un visitante negro y en su dintel se quedó sobre el busto de Palas Atenea, era el cuervo que no se separaría de él, su nombre: nunca más.
¿Qué simboliza el cuervo? En la noche cuando el silencio y la oscuridad te revela su melancolía, cuando los demonios ronronean cerca de ti y la soledad se esparce en la habitación llega el plumífero que habla, el brillante cuervo de nocturnas alas para estar sobre la diosa griega, la que esparce justicia, sabiduría, la más influyente en la cultura y las artes helénicas. No es casualidad que en mitad de la noche se pose sobre ella un cuervo… Para un poeta es un acierto, un hallazgo, crea un contraste entre la oscuridad, las tinieblas, esa opacidad tornasol del ave que se posa en la marmórea piel de la diosa griega.
El poeta desea saber quién es, lo interroga, le dice que lo abandonará como las esperanzas y el cuervo responde «nunca más», se sienta para dialogar y en cada estrofa su pecho arde, el poeta pregunta por su amada, cuestiona a un Dios, pide un bálsamo para el dolor, y finalmente quiere que se vaya, que lo deje solo, que su soledad quede intacta, pero el pico del cuervo ya está en su corazón, y sigue en el dintel de su puerta, con la sombra de la belleza esparcida en su habitación. La poesía puede ser la revelación en forma de cuervo, para que el alma del poeta no se libere de ella nunca más. El poder dual de la poesía, dolor-consuelo, estará presente dentro del poeta.
El cuervo es una gran metáfora y el genio de Boston escribió un método de composición con el propósito de insistir que ningún punto del texto puede atribuirse ni a la intuición ni al azar.
Desde la publicación del Cuervo en 1845 —cuatro años antes de la muerte de Edgar Allan Poe—, ha influido en los poetas malditos, los románticos y a los de la actualidad. Las traducciones de Charles Baudelaire, su descubrimiento, sus ensayos sobre Poe influyen atómicamente, en la convulsión artística del siglo XIX y XX. Leer es placer.