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Tamoanchan

Laura Olivia Hernández

¿Las palabras construyen, exaltan o modifican la realidad? Cuando escuchas rojo, el jugo de la fresa cae en los labios, un automóvil cruza en la mente, miras la sangre que no se puede borrar de la memoria colectiva. Connotaciones que saltan como un arcoíris después de la lluvia al mencionar un color. Al decir: Tamoanchan, la cadencia de su sonido se esparce, el teponaztli a un ritmo escalonado, un golpe corto, dos largos, las chirimías acompañan, el espacio sonoro se ahueca como en una cueva. Un lugar mítico, significado que varios estudiosos le atribuyen: el lugar del ave y la serpiente, paraíso de donde vienen los dioses. Bernardino de Sahagún refiere: «Los primeros pobladores de esta tierra vinieron de la Florida, costeando, y desembarcaron en el puerto de Pánuco, que ellos llaman Panco, que quiere decir lugar donde llegaron los que pasaron el agua. Esta gente venía en demanda del paraíso terrenal, y traían por apellido Tamoanchan, que quiere decir buscando nuestra casa…». Hay una constante en las referencias sobre Tamoanchan, se habla de un lugar, un sitio, una región, y leyendo el libro de Nuño de Guzmán y la provincia de Pánuco en Nueva España 1518-1533, del autor Donald E. Chipman, traducido por, María Luisa Herrera Casasús, alude a un dios hombre, la serpiente emplumada de los aztecas, Quetzalcóatl era Tamoanchan entre los huastecos. «Tamoanchan era una deidad de suma importancia a la que se le atribuía el descubrimiento del maíz. Él enseñó a los huastecos a fabricar la cerámica, el tallado y el pulido de las piedras preciosas, cómo trabajar el metal, plantar algodón y tejer sus fibras para fabricar su ropa, hacer mosaicos de plumas, el uso de caracteres jeroglíficos para su escritura y el conocimiento del calendario». Un dios con valores humanísticos muy necesarios para el hombre antiguo como el moderno. «Era honesto, aborrecía el vicio y ensalzaba la virtud, rehusaba permitir los sacrificios humanos, y prohibía la guerra, el robo y el asesinato».  Hay tantas leyendas por desenterrar de nuestra historia, un entorno mágico que habla de un origen amoroso, con un desarrollo armónico, cultural, económico, místico. ¿Cuánto desconocemos de nuestras raíces?  Los ríos profundos de la huasteca, tienen tantas afluentes para navegar en sus mitos y leyendas con las palabras, los libros y las voces de sus moradores… 

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