Pesadillas y dudas
Juan Guerrero Zorrilla
El colibrí
Hortensia era soltera y vivía sola, le encantaba observar su bien cuidado jardín. Había puesto una pequeña pileta donde se bañaban y tomaban agua los pajaritos, así como comederos de semillas, además de un bebedero con néctar para colibrís.
Aquel amplio patio con dos árboles frondosos, helechos y plantas invitaba a la meditación y al descanso. De todas las aves que lo visitaban había una que ella no podía olvidar, un colibrí, sin duda el más grande que hubiera visto, pero sin llegar a un tamaño monstruoso, además de vivos colores, predominando el rojo. Tal vez el único comportamiento que ella no comprendía, era las largas horas que duraba tomando el sol; pensaba: «ni una lagartija, dura tanto en el sol». Al paso de los meses le puso nombre: Esplendor.
Casi todo el año la visitaba como las demás aves, excepto los días nublados y fríos, al igual que temporadas de lluvias intensas, pensaba: «qué harán en este tiempo».
Pasaron cinco años, Esplendor seguía con la misma energía de siempre y con sus hermosos colores, volando hacia delante, hacia atrás y efectuando rápidos giros con una destreza inigualable.
Ella estaba preocupada por el pajarito, según informes, vivían unos cinco años; afortunadamente de tantos que visitaban su jardín, en temporadas había que rellenar con frecuencia el bebedero de néctar, nunca había visto uno muerto, pensaba: «habrá un cementerio al que se dirigirán cuando ya les va a llegar su hora final».
A media mañana, de un día frío y nublado, descubrió a Esplendor tirado, al parecer había caído desde el árbol en el que solía pararse. Triste, a paso lento, con miedo de llegar a él se fue acercando. Con cariño tomó el ave, cabía en la palma de su mano, su intención era darle una digna sepultura en el patio. Lo puso sobre una mesa en el jardín, mientras traía una caja para colocarlo. Al hacerlo, vio algo que la dejó paralizada, partes de él se salieron de su interior, ¡era mecánico! Impresionada tomó una lupa, no había duda, resortes, engranes, componentes electrónicos y piezas extrañas estaban en su interior.
Este hecho tuvo fuerte repercusión en Hortensia. Sin proponérselo, saltaron muchas dudas en su cerebro: ¿Cuántos más pajaritos serán de mentiras?
El día siguiente era miércoles, tocaba la merienda de amigas, pensaba contar lo que le aconteció pero no se atrevió, imaginaba: «si una amiga me cuenta eso, pensaría que está loca o es una boba, que confundió por cinco años un juguete con un ser vivo». Trató de comportarse lo más normal posible.
Al paso de los días sus dudas aumentaron y eran ya más profundas: ¿Cuánta gente no será así? Recordaba a su sobrino que un día contó una película sobre androides, ella desconocía esa palabra, pero él se la explicó. Quisiera platicar con él, pero volvería a visitarla dentro de varios meses.
Al siguiente miércoles en la reunión comió de más; esa noche tuvo pesadillas brutales: llegaba su sobrino y le explicaba lo del colibrí y él se quitaba la cara y aparecía un hombre mecánico, para luego, como son los sueños, contarle a sus amigas ese hecho insólito y acabar ellas quitándose las máscaras y eran también robots; claro, despertó horrorizada.
Ante las pesadillas y dudas recurrentes, comentando con su sobrina, ésta aconsejó viera a una psicóloga amiga suya. Luego de varias consultas se sintió mejor, tuvo fuerzas otra vez para abrir el «ataúd» del colibrí, el cual lo había dejado en un armario en la lavandería. Se impresionó al ver casi destruido el ave, convertido en chatarra, sumamente oxidado, como si hubiera estado expuesto a la intemperie por varios años, apenas se distinguían sus colores, lo volvió a guardar y para completar la liberación, lo enterró en el patio. Al paso de los días volvió a ser como antes.
Informe del Comandante.
La operación fue un éxito. Los cinco androides hicieron una excelente investigación, volvieron todos y tenemos la información tabulada. En cuanto a la pequeña ave, dotada de semi-inteligencia artificial, encontró un sitio muy agradable, (entre tanta porquería que hay por acá) y estuvo reportando por cinco años, como en el caso de los androides, tenemos grabado lo que vio. Sufrió un desperfecto en su sistema de equilibrio, «murió» y perdimos su cuerpo. No, no creo que haya peligro de que copien nuestro invento, al dejar de funcionar, se activó su sistema de autodestrucción lenta, empezando por sus celdas recolectoras de luz solar, en una atmósfera con 21% de oxígeno, pronto quedará corroído y hecho polvo.
Justicia ecológica
La nación se había corrompido en forma tal, que era peligrosa e incómoda la convivencia en todos los círculos sociales. La inconformidad fue aumentando de unos pocos a multitudes que exigían justicia y seguridad.
La presión llevó a un nuevo gobierno. Este hizo eco en las voces y dio una solución aplaudida por casi todos. No era ya suficiente la guillotina o la silla eléctrica ante tanta depravación. Las cárceles habían perdido su finalidad de readaptación, estaban saturadas y convertidas en universidades de delincuencia. Se propuso un sistema práctico y ecológico de eliminar a los que hubieran efectuado actos infames o fueran reincidentes.
El gran público los bautizó como Rodillos de la Muerte, aunque su nombre oficial era Sistema de Justicia Ecológica. Describiré brevemente en qué consistían: dos rodillos industriales, tipo de los usados en ingenios azucareros o productoras de papel. Con la diferencia que sobre ellos estaba un gran embudo de un diámetro de diez metros y siete metros de profundidad, los malhechores eran transportados en una banda sinfín de piso de hule que corría entre altas paredes y arrojados al embudo.
Construida en un paraje solitario entre la selva, los rodillos quedaban a tres metros de una plataforma de concreto, con declive y ligera forma acanalada, la cual se alargaba cinco metros para terminar en un río que mantiene el nivel de su caudal casi igual todo el año. Los restos de esos malvados servían de comida a los animales del bosque y, por ser un lugar lluvioso, los fuertes chubascos arrastraban los residuos al río para felicidad de los habitantes acuáticos.
Han pasado ya varios años de todo eso, la nación se compuso y marchó de maravillas. Ahora las nuevas generaciones poco a poco han ido olvidando ese sistema, y últimamente hijos y nietos de los que crearon y aplaudían Justicia Ecológica lo critican. El colmo es la aparición de media docena de libros con títulos únicamente para lograr ventas: Escapé de los rodillos de la muerte, Fuga a medianoche y Cómo burlé a la muerte.
Lo curioso es que no hay un solo libro o artículo que contradigan a esos pasquines, escritos en forma tan burda que se contradicen entre ellos. Ante tanta mentira diré la verdad, tengo la autoridad suficiente; trabajé en los cinco años en que Justicia Ecológica estuvo activa, como jefe de mantenimiento de la maquinaria.
Hay varios mitos que a fuerza de repetirlos intentan hacerlos verdad:
1. A juicio de los guardias, los rodillos los ponían a baja velocidad para escuchar los gritos desgarradores cuando los prisioneros eran aplastados poco a poco. Vil mentira, no había forma de controlar el giro de los rodillos. Sus potentes motores eléctricos tenían una sola velocidad, 700 revoluciones por minuto.
2. En la noche les encantaba a los guardias dejar a los prisioneros atrapados por los rodillos y hacían apuestas de cuál se moriría primero. Falso. Las instalaciones no tenían luz, se trabajaba en las mañanas o cuando más tarde hasta las 16:00 horas. Se trataba de dejar todo lo más limpio posible, para usarlo la semana siguiente. A las 18:00 horas salía todo el personal, quedando todo en silencio y a oscuras, para dar oportunidad que los animales efectuaran su labor. Solo dos vigilantes quedaban en las instalaciones y respetando la naturaleza.
3. Cuando les tocaba el turno de masacrar mujeres había unas orgías fenomenales. Falso. Las pocas veces que tocaba ajusticiar mujeres, iban vigilantes del mismo sexo. El régimen quería volver al respeto de las mujeres, impensable que se cometiera un exceso, incluso se les dejaba el cabello corto, a diferencia de los hombres que iban rapados.
4. Se dan cifras de millones masacrados en los rodillos. Falso. Cuando mucho tres mil en una semana. Se dejaba descansar las instalaciones de siete a diez días, para que los animales de la selva hicieran su labor: tigres, jabalís, coyotes, lobos; luego pájaros y al final los insectos, miles de ellos daban fin a las últimas muestras; aparte de los que caían al río. En esa época creció el número de habitantes acuáticos. La cifra máxima fue de 90,000 ajusticiados en un año.
5. Ahora saben que huyeron más de un centenar de prisioneros, aprovechando motines. Mentira. Nunca hubo intento de fuga masiva; secuestradores, matones, violadores, asesinos en serie, pedófilos y demás ralea, cuando estaban en desventaja se comportaban como mansos corderos. Algunos problemas individuales con guerrilleros y exagerados de sectas musulmanas, pero eran pronto sometidos y puestos en la cadena sinfín.
6. Relato de escape aprovechando la chamarra para deslizarse por un cable y luego ésta usada para brincar el alambre de púas. Falso. El clima es de caliente a templado; todos sin excepción llevaban un uniforme verde con rallas negras, hecho de fibras vegetales de poca duración e inofensivas para los animales.
7. Fuga, escondido debajo del propio camión de transportes de prisioneros aprovechando el descuido de los guardias al escuchar los alaridos brutales de los prisioneros al ser aplastados por los rodillos. Falso. En los últimos diez kilómetros la única forma de llegar a las instalaciones situadas entre la selva, casi impenetrable, era por un tren de vía angosta (0.75 metros). Al llegar a la estación, se cerraban las puertas de malla de acero de todo el complejo, abrían la puerta del primer vagón y, cuando estaba vacío, los prisioneros avanzaban hacia la banda transportadora de dos velocidades (en la rápida no era posible ganarle corriendo en contra), abrían la puerta del siguiente vagón, así hasta dejar vacíos los ocho vagones enrejados y cada uno con capacidad de cien prisioneros. Los que caían en los rodillos no tenían tiempo de gritar, y aunque así fuera, difícil escuchar un alarido salido desde el fondo del embudo y ahogado por el ruido del motor y rechinar de la maquinaria.
Próximamente habrá elecciones, si gana el partido Orden y Justicia —como es seguro que pase— se tiene pensado rehabilitar el tren y vía, modificar los vagones a una capacidad de setenta pasajeros en asientos cómodos. Volver a restaurar y pintar las instalaciones, arreglar o sustituir el motor diesel que mueve el generador y éste los motores eléctricos de los rodillos y banda sinfín, para volver a funcionar como en sus mejores días. Hacer de eso un sitio turístico, con baños y restaurantes; semejante a la visita a una antigua pirámide de sacrificios humanos.
Ojalá se efectúen estos planes, servirán de ejemplo a nuevas generaciones y darán trabajo a muchas personas, prácticamente la vía se hará de nuevo; la selva se la acabó en 25 años. Además, quedarían listas, para en caso que se volviera a descomponer el orden en la nación.