En esta orilla del jardín
Iván Trejo
Plegaria
Que recen los muertos mientras tengan miedo
Ensanchando las filas
los hermanos cruzan Río Negro
acá sigue todo lindo
la tierra fermenta
guayacanes balas
yuca hierba sana
alimenta mientras llegamos
para orar juntos con fuerza.
Hay un jardín
[Fragmentos]
En tus ojos hay un jardín de alegría animal
que azuza la noche para que se abra como orquídea
o como cálido roce / pues nada crece ni amaina
fuera de la caricia / ni de la mano
que horada los espasmos.
*
Voces del heredado éxtasis inundan el jardín/
no pienses que he muerto/ ni lo sientas/
ni lo digas/ el silencio del estar es todo lo que poseemos/
otra es la voz del agonizante/ no la nuestra
que recorre los hombros desnudos de las preguntas/ no la nuestra
que habita todos esos lugares donde no estamos.
*
El jardín huele a niña nadando en el arroyo /
a rumor de agua que moja la noche /
a joven agua en el agua brotando.
*
En el jardín nadie nos oye /
pasamos los días al vuelo y nombramos
las pequeñas cosas para que existan / para que nos
habiten / salimos a cazar palabras dormidas
y las juntamos en el huequito que tenemos en el pecho /
en esa entrada al más cálido de nuestros templos / ya
satisfechos ronroneamos mientras se acicala la noche.
En esta orilla del jardín somos posibles.
Quinto presagio
Quisiera que el mar
saliera de entre tu falda y poder evocarte
como hacen los amantes saturados/ quizá
te nombraría para que seas letra que emprende vuelo
como un ramo de gaviotas/ diría que tu pelo
me inunda la cara con una marejada violenta/ que tus ojos
son parajes donde la noche duerme/ que la parcela de tu espalda
la trabajan mis manos y que tus caderas llaman al tacto/pero no/ no
porque no lo seas/ sino porque la mujer del poeta siempre está rota
y guarda un cuchillo blando entre los muslos/ se asoma por la ventana
esperando la hora del llanto y se vuelve con una sonrisa
entre las manos/ el poeta escribe para mostrarle
la ruta de la memoria/ el vuelo de la arena al tiempo
y el canto de las olas cuando las nubes se secan/
pero nada basta/ la luz no inventa el día/ las balas no
son en defensa propia y los poemas no pagan las cuentas/
por eso estas letras son las interminables patas de un grillo
que no cesa/ un canto que se troza en la fragilidad del deseo/
una mano que tiembla y no escribe/ una gaviota que entra al mar
y no vuelve.
bajo la lluvia
tres urracas cantan/ yo me sacudo el cabello/
de pronto nada existe más que el agua/ esta brisa
a mi costado es un recuerdo sin nombre
enunciando sus pasos/ la voz de los pájaros
hieren las sombras que al pasar de los días
como un lirio se abren/ esto sucede
bajo la lluvia cuando llego tarde
a mis recuerdos/ a los más breves/
una oculta calle brilla bajo el agua y me mira
como a un extraño/ hay umbrales húmedos/
puertas sin abrir/ nuevos pasadizos
por donde el agua salta como huyendo de algo/
aún conservo un trozo de vida y la medida de mi pan
de mis peces y de mi vino/ en mi bolsillo hacen eco
algunas preguntas/ pues nadie puede regresar
a ese otro que ya fue/ el agua es río
y uno olvida el camino a casa/ en un puente
bajo el monzón no hay principio/ fin o esperanza/
la noche se sienta a mi costado y uno se agota
de ser el viajero/ el extraño/
las preguntas son las mismas pero otro es el sabor
de la tierra/ la mirada se sostiene en el horizonte
que repta entre las piernas de la noche/ uno
es agua y no es nada/ los soñadores dirán:
has encontrado tu forma y tu lengua
y no perteneces ya a sitio alguno/
pero ni una palabra antigua ilumina
la noche entre las praderas/ no tengo nombre
ni jardín/ ni palabra alguna tengo/
sólo sé que tres urracas cantan bajo la lluvia
y yo me sacudo el cabello.
dime quién
los párpados te cerró/ quién
llamó a la ambulancia/ dime
qué tan blancos fueron los pasillos y
qué tan profundo el corte en ye/ quién
levantó la sábana y tanteó tu cara
sin ti en ella/ quién dijo
que no te podían cremar/ quién
que no debíamos verte/ qué frente
sobre tu pecho con los ojos desbordados/
qué mano enredada entre tu pelo/ qué puño
sobre tu carne hundiéndose/ qué grito
ahogado y no el mío.
Postal para la impaciencia
tres o cuatro versos hubiesen sido suficientes/ para decirte que también yo ignoro en qué bolsillo se guarda la poesía/ para sonreír nervioso/ hubiese sido suficiente/ tomarte la mano en velo/ cerrar tus ojos con un poema de otro y decirte en tres o cuatro versos/ que no puedo escribir nada/ cuando me lo pides
Supongo que se nace de alguna forma/ pero uno cae y no sabe dónde/ sino hasta que el cabello guarda cierta forma del viento en él y en una vuelta de esquina/ uno puede cruzar la línea y partir y aun cuando atravesáramos ese río sobre una barca con monedas en los ojos/ uno pensaría en esa esquina y en el viento anidado entre el pelo/ donde una pausa llega de golpe y uno se olvida de la miseria entre las manos y del vacío en las miradas y de la calidez de las patas/ que cada tigra tiene.
Un día despertamos bajo las mismas palabras/ nos miramos al espejo y pacientemente esperamos que uno lamiera el pelo del otro/ dilatamos nuestros ojos en los rincones del humo y fuimos los mismos inaugurando la mañana/ perdiéndonos en un mercado/ oliendo las flores/ y bebiendo tinto con el eco de la noche que recién murió y entonces fuimos los mismos/ despertamos nuevamente bajo otras sábanas/ desmenuzando otros muros/ reventando las partículas de silencio que vienen con la niebla/ con la mirada perdida/ como de puerta cerrada y bajo las mismas palabras/ anochecimos y no/ ya no fuimos los mismos.