El hombre lobo: ensayo de la maldición
Itzia George Rangole
I
A lo largo de la historia, el ser humano se ha enfrentado a la dicotomía entre el instinto y la razón. Este enfrentamiento ha tenido otros nombres: cuerpo y alma o la materia contra el espíritu. Invariablemente se ha dividido a la identidad en dos distintas aristas: la perecedera y la eterna.
Al cuerpo y a la materia se les reprocha su finitud, el hecho de que han de acabarse, envejecer y pudrirse los coloca en el último lugar en la estima del ser humano. Se les suele llamar prisiones o cárceles. Se prefiere en su lugar al alma o el espíritu por su carácter de eternos y duraderos.
Esta batalla milenaria se ve expresada en la lucha constante del ser humano de calificar varios placeres corporales como pecados, en los cuales se aconseja no caer en la tentación. Se busca reprimir la importancia de la carne. Por otro lado, se alienta la búsqueda, se admira y se premia la trascendencia que se vincula con el alma.
En cada persona esta contienda se vive cuando se intenta suprimir el instinto ante la razón, creyendo que eso es lo que se debe hacer. El humano, a pesar de ser un animal y tener las apetencias naturales de su condición, busca mediante el conocimiento demostrar que es mejor que las otras bestias que pueblan el mundo. Nadie vive solo, todos los seres cuentan con compañía, incluso aquellos que no reciben ni comprensión ni simpatía por parte de sus semejantes, se encuentran rodeados por ellos.
Esta pretensión de superioridad provoca que la relación entre los humanos y las demás alimañas sea compleja. En las clasificaciones que se han hecho sobre los habitantes de la Tierra el investigador se ha situado así mismo por encima de los otros. Aún en pleno siglo XXI se prefiere ignorar el hecho de que, de haber una explosión nuclear en masa que desencadene la progresiva e irremediablemente muerte de todas las criaturas, las cucarachas van a sobrevivir.
Nos decantamos por ignorar nuestra parte animal al mismo tiempo que admiramos a las demás fieras como seres extraños y exóticos. A la intemperie cualquiera se sentiría profundamente intimidado ante el rugido de una bestia. Su conducta nos cautiva a la par que nos horroriza.
Pareciera que el ser humano es una alimaña que lucha por dejar de serlo. Mediante la razón, la inventiva y el conocimiento buscamos decir de nosotros mismos que somos seres especiales. Comemos, defecamos, fornicamos y cazamos como cualquier animal, pero pretendemos darle cierta distinción a nuestros actos. Inventamos la gastronomía, los baños y los ritos sociales buscando legitimar y dotar de sentido a las apetencias naturales. Asesinamos, pero decimos, sin fundamentos y con irrefutables ejemplos en contra, que somos la única fiera que mata por placer.
El hombre ha negado a tal extremo su condición de animal que su visión está impedida a ver a su propio cuerpo como el cuerpo de uno. No obstante, por más que se intente no se puede dejar de ser lo que irremediablemente se es. Toda bestia tiene un distintivo que las hace reconocerse como tal, puede ser el pelaje, la dentadura o las escamas.
La persona es una alimaña sin amor propio, la cual al no aceptar que su piel, que su propio reflejo, es el cuerpo de un animal, busca desesperada e inconscientemente ponerse un disfraz para terminar de sentirse satisfecha. El humano necesita disfrazarse para sentirse completo consigo mismo, para poder liberar a la bestia que él mismo es.
II
A lo largo de la historia, los seres humanos han imaginado distintas metamorfosis entre ellos y diversos animales. Mujeres con cabellos hechos de serpientes, minotauros, centauros, hombres reptiles, hombres bestias y hombres lobo, por nombrar unos cuantos.
Para el filósofo nihilista Friedrich Nietzsche el ser humano es dios y diablo, oveja y gusano, caos y séptimo día. Somos fieras con un sistema propio de raciocinio, nada más. La naturaleza animal inalienable del humano al ser subyugada por él mismo, intenta encontrar un canal de escape. Cedemos a apetencias, instintos y gustos bestiales mediante el refugio de un disfraz.
Lobo: animal magnífico de dos metros de longitud, espalda ancha, piernas torneadas capaces de alcanzar una velocidad de 65 km/h, garras capaces de destripar a su presa de un zarpazo, dentadura trituradora, dotado con visión nocturna y un agudo sentido del olfato, tiene un pelaje abundante combinado con unos cautivantes ojos amarillos.
Lobo: bestia libre que vaga por cielo abierto, ser que aúlla a la luna durante las noches. Animal agresivo, cazador, defensivo, territorial, imponente y suspicaz.
La mente es un enredado de posibilidades que a veces pueden perturbarse. Durante los siglos que llevamos habitando el mundo han existido y existen muchas personas que no han podido aliviar ni sobrellevar la represión de la bestia que habita en nosotros. Seres que han sucumbido tanto a su hambre animal, a sus apetencias naturales, que han caminado por los senderos más tenebrosos de la psique. Ellos para explicar su personalidad han justificado sus acciones culpando a la maldición de convertirse en hombres lobo.
III
Los mitos son narraciones fantásticas que sostienen la identidad de una comunidad determinada. Buscan explicar el origen de la humanidad y el orden social establecido. Representan el fundamento de la moral de un grupo. Funcionan como una cosmovisión de la realidad.
En la historia de la humanidad han existido personas cuya hambre de sangre, violencia y locura los hicieron parecer hombres lobo. El ser humano no es razón e instinto, como dos cosas separadas con límites marcadamente claros, no, el ser humano es razón e instinto mezclados, fundidos, sin poder asegurar dónde termina uno y empieza el otro. Cediendo radicalmente ante una naturaleza primitiva e impredecible, la persona se transfigura en una bestia.
Hombre lobo: personaje fantástico. Hombre que cambia de forma a la luz de la luna llena. En la mayoría de las culturas se considera que la transformación antinatural se celebra sin el consentimiento ni la conciencia del alma que muta de piel. Se especula que el espíritu de la razón queda anulado ante el espíritu salvaje y barbárico de una fiera que devora presas humanas.
IV
La antropofagia, nombre específico que recibe el canibalismo, es una práctica arraigada desde hace siglos. Se sospecha de su práctica en la antigua Grecia, cuna de Occidente y su presencia se ha confirmado entre los antiguos indígenas de Mesoamérica: mayas, tlaxcaltecas, huastecos, chichimecas y mexicas. Coincidencia, en estas civilizaciones existe también la creencia del nahual.
Nahual: Persona que cambia su aspecto a voluntad al de un animal, ya sea tecolote, jaguar, águila o coyote.
La transfiguración de humano a bestia es recurrente en todas las culturas. Vestirse y sentirse como fieras, es el deseo reprimido de las personas de aceptarse por lo que son: animales.
V
La mitología del hombre lobo indica que son seres malditos, ligados al demonio, que durante las noches de luna llena atacan. Si la víctima es asesinada en el acto, servirá como comida para su cazador y para otras alimañas carroñeras. De lo contrario, si llegase a sobrevivir al ataque de su agresor, comienza a experimentar la licantropía. Una vez que la persona es mordida está maldita de por vida, se convierte en una criatura lunática.
Lunático es todo aquel sujeto cuya conducta se ve seriamente afectada por las fases de la luna. Como el astro es capaz de manipular las corrientes marítimas, el ser humano desde la antigüedad ha decidido añadirle un nuevo poder: la demencia. El lado oscuro de la luna representa el lado oscuro de la mente que decide abandonar la cordura, adentrándose en la anormalidad. El aullido del hombre lobo es el de una bestia desesperada que intenta encontrarse a sí misma: un ser humano.
La mutación del hombre lobo es dolorosa y lenta, prolongando la agonía del sujeto que la experimenta, sus extremidades se alargan, su esqueleto se acomoda para asemejarse al de un animal digitígrado, sus poros se expanden para ceder espacio a pelo mucho más grueso y abundante. La persona sufre al convertirse en lobo y sufre también al regresar a ser humano: es una vida condenada.
Cuando cambia de pelaje, cuando el hombre lobo vuelve a ser hombre, una vez que la luna se ha ocultado, a la mañana siguiente es consciente de sus crímenes. Sabe que es él el culpable, por su razón no ha participado, pero han sido sus manos quienes trituraron los huesos de un cadáver.
De no haber cometido un homicidio, le basta imaginar que durante toda la noche ha vagado por el bosque oliendo, probando, viviendo una vida que no le pertenece y que, sin embargo, junto a él comparte el mismo cuerpo, para que el hombre —ahora también lobo— enloquezca.
VI
Romulo y Remo, los fundadores de la civilización romana, fueron criados por una loba. Lobas era el término para designar a las prostitutas. La palabra puta deriva del vocablo griego «buzda» que significa «sabiduría».
Una prostituta es la madre de los fundadores de un imperio. La humanidad ha estado tan recia a cobijar sus instintos bestiales sin culpa, que ha preferido hablar en alegorías: una loba amamantó a Romulo y Remo. Una fiera en un acto milagroso, digno del designio de los dioses, les brindó la vida a quienes habrían de fundar un poderoso reino. No una mujer entregada a los instintos y placeres de la carne.
Se prefiere mitigar el instinto animal del ser humano y en su lugar alabar las características humanas que se pueden encontrar en una bestia.
Mujer loba: personaje fantástico. Mujer que cambia de forma a la luz de la luna llena. No existe cura, no hay remedio alguno para revertir la transformación.
Las personas tienen la necesidad de ser hombres lobo. De convertirse en un ente increíble, poseedor de fuerza inverosímil, de carácter sobrenatural, naturaleza irreal y existencia inexistente, que le brinde consuelo a su hambre de espíritu animal.
Por más inmortalidad y relevancia que el ser humano desee es perfectamente consciente de su finitud, el hecho de que ha de morir no se le puede olvidar. Por eso por más que sueñe con ser un personaje fantástico, un hombre lobo, quien imagina establece limitantes a su ambición: basta una bala de plata para acabar con el monstruo.
Aunque las personas quieran evadirse por completo de la realidad, desatenderse en su totalidad de cualquier ocupación o responsabilidad y no tener ningún tipo de ataduras, esto no es posible (por desgracia).
El ser humano es una fiera, sí, pero una racional a una escala evolutiva que le ha permitido manipular los medios naturales que posee y la creación de nuevos medios que son por completo obra suya, surgidos a partir de su libre albedrío, habilidad operativa y de ejecución e imaginación.
Aunque la persona se esfuerce en ser únicamente una bestia, sin importar si se empecina en convertirse en hombre lobo, en un momento ha de recordar que tiene una conciencia humana. Cuando la luz de luna se apaga, las garras se retraen, la bestia deja paso al hombre.
El hombre lobo no puede ser por siempre un hombre lobo, su propia supervivencia depende de ello. Bajo la lógica de ficción del personaje, la criatura es peligrosa precisamente porque podría ser cualquiera de nosotros. En el sol la bestia podría tener la apariencia de cualquier persona, es solo bajo la luz de la luna llena que su otra esencia se libera.
El hombre lobo vive precisamente porque vive poco. Vive cada 29.5 días al año, durante las horas que la noche dure en el hemisferio donde se encuentre. Vive solo hasta que la luna deje de brillar.
La persona puede obtener cierto equilibrio personal al conjugar y satisfacer cada una de sus necesidades naturales, mentales, emocionales, materiales y espirituales que su esencia de humano le exige. Dichas necesidades están ligadas a su esencia animal. El ser humano es una alimaña que ha encontrado en la personificación del hombre lobo —mito que perdura a través de los siglos— un desfogue de su propia condición de bestia. Es su maldición.