
Dardos de amor
Gloria Riestra
Cómo quisiste traspasarme, ignoro,
tan sólo sé que a traspasar mi vida
apuntabas a mí tu dardo de oro.
Y como estrella que al venir caída
deja un surco de luz, tu dardo amable
abrió en mi pecho luminosa herida.
Me colmé de un sentir tan inefable
que si gozo o dolor era, lo ignoro,
que jamás gozo vi tan deleitable,
ni en mis años probé más dulce lloro;
y aún no sé si vivo padeciendo
¡o gozando clavado al dardo de oro!
Y tú me ves cual ni siquiera oyendo,
y en tanto el corazón se desbarata
a medida que el dardo vase hundiendo.
¿Qué piensa el cazador que así me trata,
que teniéndome herida y entre lazos
ni me cura del dardo ni me mata?
¡Oh, ya que me has quebrado en mil pedazos,
muérame de tu dardo o de su ausencia,
pero en el lecho amable de tus brazos!
¿Cuándo usarás conmigo tu clemencia?
¿Cómo puedes mirarme agonizando?
¡Ay, a la vez que amor, dame paciencia!
Mira lo que has de hacer, amado, cuando
presa de amor te diga muy de vero:
¡sácame el dardo, que me está matando!
¡Déjame el dardo, que sin él me muero!
Referencias:
Ortiz, O., y Ortiz Galicia, T. (2015). Ensayo panorámico de la literatura en Tamaulipas (t. II). México: ITCA.
Riestra, G. (2015). Al fin de la cosecha. Colección Seis poetas en el Metro. México: ITCA-Conaculta.