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El frasco del deseo

Verónica Olvera

Me acerqué al frasco 

La etiqueta advirtió «no te atrevas» 

letras autoescritas 

autoinfringidas 

autosugerentes 

pero digerí  

la lengua entumecida menos percibió 

por supuesto pedí más 

clavé como víbora los colmillos 

se unió al líquido letal la cura. 

        

II 

Entre tus venas depositar lo que poseo imagino 

mientras arrulla el astro 

y con tus dedos le cantas 

¿De dónde viene el enigma de tus rabiosos deseos? 

la carne que aun sin impactar me atrapa 

sé de un universo y me espanta habitarlo 

porque tal vez mi cuerpo se despida 

pero el alma se quede contigo. 

              

 

III 

Dame a probar la sabia que destila tu fragancia 

sobre la cama de yesca ardo 

aliméntame 

de un sabor amargo 

arranca las raíces del deseo. 

            

IV 

Mi niño milenario 

tus dedos son manecillas que juguetean en el intervalo de mi espacio 

lo recorren por segundos 

y estáticos se mantienen entre espasmos infinitos. 

            

La libertad que entregan mis pechos 

cuando reposas en otros jardines 

en que al contacto de su certeza los descansas 

fluye debajo de la tierra 

hasta volver a aguijonear miel a tu planta. 

          

VI 

No sabía cuánta ingesta de dulce 

en un cerebro insertaban 

vainilla a los ojos 

higos para la vanidad 

nunca falta el antojo 

comer un fruto apenas baila en la punta 

ni verde ni maduro 

apetece sí, me jacto al no tomarlos 

o de exprimirlos en mi boca 

lo sé, dejo que exploten al piso 

porque solo quiero  

de tu sal. 

          

VII 

Repártase en todos 

      inunde 

mas recuerde: 

los colibríes se amotinan 

con lengua bifurcada 

adhiere alas de su olor a fiesta 

toman del hambre centellean 

succionan 

cuide su centro 

     la miel  

            después  

                       poco  

                              brota. 

             

            

VIII 

con tu dedo pequeño bajas la liga 

retiro la otra que pende en tu oído 

la anchura del peligro nos canta en un beso 

y no sé quién es más valiente 

quien aprende a no tocarse 

o quien se toca y se prende. 

         

IX 

sucede que inadvertido no pasa 

adoro la incertidumbre como el dulce licor que emana 

y me amo en el centro de la desventura y de la gloria. 

         

Cierto que escribo de contornos, fluidos 

del hambre que al fundir cuerpos se colma, también sobre el amor 

como un terreno extinto que ya no escarbo 

Hoy solo quiero escribir de la fuga en otro plano 

donde puedes encontrarme 

donde me desvanezco hasta tu cuarto 

sé que al tocarte me encuentras 

y eso es suficiente. 

 

           

 

XI 

la curvatura de tu vientre 

la curva entre tu talle y caderas 

la cuenca de tu mano 

la caída pronunciada de tus senos 

la curvatura de tus labios 

la cascada de tu cuello 

ráfaga concéntrica a la fuerza que expiras alrededor de esta alcoba 

Heme aquí  

impávido           sediento 

todo tiene el ángulo perfecto del deseo. 

            

XII 

¡Oh! La dulzura madruga en sus pestañas 

voces de la orbe dictan a mi amado 

recolecta la íntima sustancia 

entre el fragor de su divino pecho. 

             

XIII 

Usted se cuela en la última hora y el pliegue de mi sonrisa 

en las entrañas 

bajo mi pelvis 

entre dos caminos. 

 

XIV 

Ella 

se hace notar cada vez con más ahínco 

tiene dueño 

pero es llama que agita al carbón 

desenrolla el cordel para anudarte 

escaparate digital 

obviedad expuesta 

eres pieza en el catálogo de su gran vigilia 

y no ama como nosotros 

finge ternura 

zambulle en el delirio   de sus años 

¡huye!      ¡escapa!    ¡ ahora! 

     

XV 

te di poemas olor a hierbas 

ajenjo dulce 

miel bajo la fada 

manzanilla en mis senos 

canela en labios. 

urdí con mi canto la poción más pura 

y el universo en su inmenso amor me dijo: 

ahora ven 

¡disfrútalo! 

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