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Los piratas

Carlos González Salas

Los piratas ingleses, capitaneados por el cruel Lorenzo Jácome, Lorencillo, iban a destruir pronto la obra de Fray Andrés de Olmos. 

Vencido y casi aniquilado sir John Hawkins en Veracruz, pensó dar golpe mortal a Tampico. Tras largas y desesperantes vigilias, luego de navegar por las costas del seno mexicano buscando la entrada de la Barra de Tampico, un viento huracanado arroja la flotilla de Hawkins como cuarenta leguas al norte de la Barra de Chavarría, por la Barra de Ostiones; viendo todo tan desierto, dispersó el corsario a sus hombres que estaban desesperados y sedientos enviándolos a tierra. El relato de esta aventura se debe a la pluma de Miles Phillips y en ella se describe cómo al encontrarse unos indígenas a aquel grupo de marineros escuálidos y demacrados, los dejaron pasar y señalándoles el sur les decían que podían seguir adelante profiriendo: Tampice, Tampice, cristiano, o sea, Tampico. A estos los aprehendió el alcalde ordinario de Tampico en ese tiempo, capitán Luis Carvajal y de la Cueva, años más tarde descubridor y conquistador del Nuevo Reino de León.  

Nuestros antepasados tampiqueños se escaparon de estos filibusteros. No así de las huestes de Lorenzo Jácome, Lorencillo, así apodado por su cuerpo pequeño, ágil como ardilla, activo e inquieto a fuer de ambicioso. Se duda mucho de cuándo dieron los piratas de Lorencillo el golpe a Tampico, pero en el volumen 21 de las cédulas reales del Archivo General de la Nación, el historiador don Joaquín Meade encontró un documento por el cual queda perfectamente localizada la fecha de la entrada de Lorencillo a Tampico en abril de 1684. Varios días duraron los excesos. Las fuerzas del pequeño baluarte fueron reducidas, no sin antes pedir refuerzos y auxilios al puerto de Veracruz, al general de la Armada de Barlovento, la cual pronto hizo proa hacia Tampico. Al avistarle el vigía filibustero en guardia rápidamente dio aviso y se dio la orden de embarque. Luego de prender fuego a la ciudad, los piratas huyeron en varias naves. Una de las embarcaciones, cargada de prisioneros, cayó en poder de la Armada, no sin una encarnizada resistencia de los piratas. Lorencillo, más cruel que nunca, volvió a la carga e incendió el pueblo. Todo el cúmulo de los esfuerzos ardía en cenizas. El documento antes mencionado otorga luces al respecto al referirse a los procedimientos que deben seguirse contra los piratas aprehendidos y a favor de las fortificaciones que se creen necesarias. 

El rey Carlos IV escribe el 20 de noviembre de 1687 a don Melchor Portocarrero Laso de la Vega, conde de la Monclova, virrey, gobernador y capitán general de la Nueva España y presidente de la Real Audiencia, para informarle sobre el modo de obrar contra los piratas, confirmando la obra por el anterior virrey: «En carta de 12 de agosto del año pasado de 1684, del conde de Paredes, marqués de la Laguna, nuestro antecesor refiere que el mucho desahogo conque el pirata se entra cada día  a executar tantas hostilidades en los puertos de esas Costas, nace de la ninguna resistencia con que se hallan por los vecinos acosados de sus continuas invasiones, desamparan los pueblos y huyen a los montes y que en la villa de Tampico entró en abril de 1684 el enemiga y habiéndola robado toda y hecho prisioneros a sus moradores, se dio noticia a la Veracruz al mismo tiempo a vuestro antecesor y por la poca distancia que hay por mar desde dicho puerto a aquella barra, socorrió esta necesidad la Armada de Barlovento, llegando a tan oportuna ocasión, que apresó ciento y cuatro piratas y una embarcación en la que condujo a la Veracruz y que habiéndole dado cuenta del suceso al general de la Armada dio traslado de ello al fiscal de esa Audiencia, el cual pidió se ejecutase en todos la de muerte condigna a su atrevimiento y que por hallarse con una cédula de veinte y dos de febrero de seiscientos y ochenta y cuatro en que se dispone, que los que se cojieran pirateando se envíen a España, ordenó viese esa cédula con los autos, su asesor general de la guerra, el cual fue de parecer se diese cumplimiento a lo por ella mandado y que los prisioneros quedasen  arrojados en parte segura hasta  que la Armada los condujese; y que el General ejecutase en los que hubiere hallado ser capitanes o cabezas, la pena de horca (como lo hizo y constaba de testimonio de autos que remitió vuestro  antecesor) y que sin embargo de ello, habién vuelto los enemigos a entrar nuevamente en Tampico con cuatro embarcaciones con designio de invadir Guazaqualco no obstante las prevenciones de gente y armas que tienen los vecinos; en cuya consideración, dice le representaron los de la dicha Villa de Tampico lo conveniente que sería fabricarse en aquel puerto un castillo o fortín según la planta que deligneó el ingeniero militar remitida al alcalde mayor de aquella Provincia que vino con los autos: en cuyo punto no pasó vuestro antecesor a tomar deliberación hasta darme cuenta atendiendo a lo apurado que está mi real Patrimonio y que yo mandase lo que tuviese por más conveniente. Y vista su representación en la Junta de Guerra de las Indias con el testimonio y planta referidos, y lo que sobre todo pidió mi fiscal, he tenido por bien de aprobar como por el presente apruebo lo que en esta materia obró el conde de Paredes vuestro antecesor en los cargos de virrey y el general de la Armada de Barlovento y ordenaron y mandaron a vos que en la primera ocasión que se ofrezca me déis cuenta por mano de mi infrasquito secretario del paradero que han tenido los piratas que se apresaron en Tampico y no se hizo justicia de ellos y que en caso de estar en ese reino y provincias, hagáis se ejecuta con ellos lo que está resuelto por las últimas órdenes que están dadas en esta razón y con los demás que se apresaran, se haga y ejecute lo que está resuelto y que si se remitieren a España, sea enviado al mismo tiempo testimonio de los autos de sus causas y sentencias que contra cada uno se diere, par que en vista de ello se tome la resolución que más convenga; y en cuanto a la certificación de los vecinos de la Villa de Tampico propusieron a vuestro antecesor, sería conveniente se hiciese en aquel puerto, os lo remito para que los informéis luego, si conviene que se fabrique el referido castillo o fortín, en qué sitio, de qué calidad ha de ser, y la guarnición que será preciso tenga y con qué cavo, y la costa que tendrá su fábrica, y el sustento de la infantería, enviándome razón de todo pormenor, y de qué medios se podrá suplir este gasto que no salga de mi Real Hacienda por lo sumamente empeñada que se halla y la porción con que para todo podrán contribuir los vecinos y natales de la dicha Villa y Puerto de Tampico, se ha de convertir en defensa de sus personas, casas y familias, para que enterado de todo, resuelva lo que que fuere más conveniente. Fecha en Buen Retiro a veinte de noviembre de mil seiscientos ochenta y siete años. Yo el rey. Por mandato del rey nuestro señor, Manuel Ortíz de Otarola, rúbrica».

 

Destruido por las hordas piratas, Tampico subsistió por algún tiempo, pero muchos vecinos empezaron a emigrar, unos rumbo a Altamira, otros rumbo a un lugar denominado Joya donde condujeron al Cristo, imagen obsequiada por Carlos V a los habitantes de la Villa en cambio de un donativo de 500 pesos en oro. La estancia de muchos vecinos se prolongó durante algún tiempo en el sitio ocupado por la Villa ya que el año 1684 todavía la encontró con vida el arzobispo de México, don Francisco de Aguilar y Seijas en su visita pastoral, de la cual existe una noticia escrita con fecha de agosto 20 de 1684. Eso y la noticia que proporciona el 31 de octubre de 1748, fray Jacobo de Castro considerando como segunda misión a la de San Luis Obispo, establecida en la Villa de Tampico, deja suponer que en realidad no fue del todo abandonada. 

Fray Jacobo de Castro, en su papel de jefe de la Custodia del San Salvador de Tampico, se refería en el documento mencionado a la Villa de Tampico, se refería en el documento mencionado a la Villa de Tampico, «fundada a orillas del Mar Océano... es frontera de indios bárbaros, sin defensa alguna para los ingleses, quienes la han quemado y saqueado en dos ocasiones», la última en 1740. Nosotros nos inclinamos a la opinión de que quedó despoblada del todo la Villa de San Luis de Tampico y aducimos como prueba de ello el que se encuentren documentos —actualmente en el Archivo Parroquial de la Catedral de Tampico— donde consta fueron expedidos en dicha Villa de Tampico. Los documentos vistos por nosotros datan de 1767 en adelante y claramente se refieren a la Villa y Misión de San Luis de Tampico. Creo existan otros que dan pie y fundamento a nuestra opinión.

OTROS AUTORES
DE CRÓNICA

Nota
 4 J. Meade, Documentos inéditos para la historia de Tampico, pp. 81-86.

Referencias:

González Salas, C (2006). Tampico es lo azul. México: Ayuntamiento de Tampico-ITCA-Porrúa.  

----------------------- (1981). Tampico, mi ciudad. México: Grupo Unido de Alijadores de Tampico S. de R. L.  

----------------------- (1977). Tampico, crónica de una ciudad. México: Ayuntamiento de Tampico. 

Consultados en el Fondo Carlos Gonzáles Salas del Archivo Histórico de Tampico. 

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