Una cuestiúncula histórica (sobre el vocablo Tampico)
Carlos González Salas
¿Tampico: lugar de perros o lugar de nutrias?
¿Cuestíuncula? ¿Meras cuestioncillas o pequeñas cuestiones? o ¿cosas que debiéramos haber aclarado hace tiempo entre todos o por lo menos entre los pocos que nos interesamos en los temas históricos de nuestra región? Porque, oiga usted, ignorar hasta el origen del nombre de la ciudad en que vivimos, su significado, la ubicación de los diversos pueblos que llevaron el asendereado nombre de Tampico, quién fundó esos diversos pueblos y qué ha acontecido en cada uno de ellos a lo largo de las décadas, no se nos puede perdonar a nosotros que tan adelantados andamos en esos renglones y contamos ya también con varias universidades; parecemos, en fin, como calificó el Dr. Don Agustín Rivera a los ignorantes de la historia patria, «extranjeros en su tierra». Que no se nos tache así y por lo menos, poseídos de ese bienhechor espíritu de curiosidad, hurguemos aquí y allá a ver si sacamos en claro la verdad.
Los autores «andan a la greña» en cuanto al vocablo Tampico y su verdadero significado. Coexiste el nombre de Tampice con el de Tampico en determinadas etapas. Así aparece por ejemplo en la narración del pirata Miles Phillips, de la desbaratada expedición de Sir John Hawkins frente a Veracruz que después se dirigió al norte; pero al verse precisado a dejar parte de su tripulación, más o menos a la altura de la Barra de Ostiones, ésta se divide y toma rumbos opuestos (114 tripulantes), unos hacia el norte y otros hacia el sur; entre los del sur se encontraba Miles Phillips; en su marcha se toparon con tribus indígenas y fueron atacados por ellas, pero al ver su triste situación (flacos por mal alimentados) y que no eran españoles, les dejaron pasar y no los hostilizaron, señalándoles el rumbo del sur y diciéndoles: Tampice, Tampice, cristiano. Esto acontecía el 8 de octubre de 1568. La narración cuenta que llegaron a un gran río de Pánuco, y fueron apresados por el alcalde de la Villa de San Sebastián, capitán don Luis de Carbajal y de la Cueva, más tarde descubridor y colonizador del nuevo Reino de León.
Especulando sobre el nombre o vocablo de Tampico hay que tener en cuenta que, en los mapas de la Huasteca, trazados hacia 1579 por Abraham Ortelio, se lee también Tampice, así como en la Carta de Sansón D’ Abbeville, geógrafo ordinario de Luis XVI.
Los historiadores de Tampico en la casi única obra histórica completa que hasta ahora ha merecido nuestra ciudad y puerto, la del general y profesor Juan Manuel Torrea y coronel Ignacio Fuente, publicada bajo los auspicios del presidente don Jesús Quintana en 1942, dan una versión interesante: que el topónimo fue en su origen Tampiceh o Tampicehtl y luego haya cambiado adoptando el cambio fonético de C en Q como en maya, de donde se obtendría Tampiquetl y de ahí pasaría a Tampico. También se han aventurado a suponer que los indios hayan pronunciado originalmente la palabra Tampeck y que esta sufriera transformaciones hasta llegar a ser Tan-piceh y Tampiquetl hasta formar la actual palabra de Tampico.
A nosotros nos parece muy aceptable la hipótesis dada la semejanza entre las lenguas maya y la huasteca.
Por lo que hace a la palabra pikó, no cabe duda que en huasteco es perro; en maya es peck, de modo que bien pudo sufrir las alteraciones mencionadas por Torrea-Fuentes. Recordemos que el terreno de las raíces u orígenes de los vocablos es sumamente resbaladizo.
Por lo que parece clara la conclusión que Tampico venga del huasteco Tam lugar de, y pikó, perro: ¿lugar de perros? Pero ¿se trata de perros, de cánidos? ¿o de perros de agua, nutrias?
Aquí otra vez gran pleito entre lingüistas e historiadores. Unos dicen que se trata evidentemente de perros-perros, otros de nutrias, o perros de agua; entre los que siguen esta última opinión están los historiadores Joaquín Meade y Blas E. Rodríguez; lo mismo Torrea y Fuentes. Del otro lado está nuestro desconcertante amigo Antonio Martínez Leal. ¿Había o no perros en la Nueva España? Algunos niegan, otros afirman rotundamente; pero aun suponiendo que los hubiera, como parece demostrarse por varios argumentos, ya que, como dice Martínez Leal en reciente trabajo «hasta los menos enterado saben que el perro pelón mexicano, en sus variedades itzcuintli tepeitzcuintli y xoloitzcuintli, abundaban en una vasta porción del mundo mesoamericano», por eso mismo ¿no es más lógico pensar que se trata de nutrias?
Por lo tanto el infundio que al parecer tuvo origen en la Historia Natural y Moral de las Indias de Joseph de Acosta, al haber asentado en la edición primera de esa obra en 1590: «Verdaderos perros no los había en las Indias, sino unos semejantes a perrillos, que los indios llamaban alco (subrayamos nosotros); por su semejanza a que han ido llevados a España también los llaman alco, y son tan amigos de estos perrillos, que se quitarán el comer para dárselo;·y cuando van a camino, lo llevan consigo a cuesta o en el seno y si están malos, el perrito ha de estar allí con ellos, sin servirse de ellos para cosa, sino sólo para buena amistad y compañía».
Como ves, Joseph de Acosta deja un hueco limpio para encajar en él la afirmación de que había perros en Nueva España.
Martínez Leal da como fuente de la creencia de la no existencia de perros en el Hemisferio Occidental antes de la llegada de los españoles, la obra del cronista de Indias Antonio de Herrera Historia General de los hechos de los castellanos en las Islas y tierra firme del mar Océano y en eso dos historiadores funda la especie divulgada de que no había perros y eso da pie también a la suposición de que hayan sido perros de agua o nutrias los que dieron lugar al nombre de Tampico como lugar de perros de agua. Nuestro amigo rechaza la hipótesis y de muestra que sí había perros aduciendo el argumento del itzcuintli y de otras variedades. Posteriormente aventura la hipótesis de que tal vez el perro «haya tenido una significación totémica, es decir, que haya sido el símbolo tutelar de la tribu».
Siguiendo el criterio de la mayor objetividad y del espíritu crítico, normas de toda investigación, me permito diferir en lo de la significación, así como en la opinión de la ubicación de Tampico prehispánico en la margen sur del río Pánuco de esa manera expuesta; ya que el Tampico huasteco indígena tuvo varias ubicaciones en diversas épocas y en cuanto a la existencia de cánidos en otros muchos sitios, prueba todo lo contrario, o sea que los indígenas tuvieron que haberse fundado en un dato distinto, diferente y exclusivo como lo era la existencia en este lugar de perros de agua o nutrias.
Lo del perro como tótem de los huastecos no pasa de ser todavía una nueva hipótesis.
Notas
1 Joseph de Acosta, Historia Natural y Moral de las Indias, FCE, 2da. ed., México-Buenos Aires, 1962.
2 Antonio de Herrera, Historia General de los hechos de los Castellanos en las Islas i Tierra Firme del Mar Océano, Madrid, 1601-1615, a la que se agrega una Descripción de las Indias Occidentales.
3 Antonio Martínez Leal, Tampico, su etimología, ubicación del pueblo antiguo, UAT-Instituto de Investigaciones Históricas, México, 1975, pp. 7-8.
Referencias:
González Salas, C (2006). Tampico es lo azul. México: Ayuntamiento de Tampico-ITCA-Porrúa.
----------------------- (1981). Tampico, mi ciudad. México: Grupo Unido de Alijadores de Tampico S. de R. L.
----------------------- (1977). Tampico, crónica de una ciudad. México: Ayuntamiento de Tampico.
Consultados en el Fondo Carlos Gonzáles Salas del Archivo Histórico de Tampico.