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escribe lo que un día

Carlos del Castillo

Cuando este por demás torpe escribe lo que un día 

 

En un patio trasero cualquiera, un hombre golpea despiadadamente a un perro de lenguaraz saliente y orejas asimétricas. 

 

Pronuncié tu nombre por última vez tratando de esquivar el fuego que salía por sus paredes. 

 

Ninguna ciudad es segura aquí en mi cuidad. 

 

—Me siento profundamente feliz de que estés aquí.  

Ella se gira. Su mirada regresa. Lentamente.  

—Destruir —dice.  

                                           

                                                    Marguerite Duras 

 

Este dolor de estómago. Este vivir tan cerca. Esta palabra amarrada a mi cabeza. Esta solapa en blanco. Esto, recalcitrante úlcera. Esto, tu nombre. Estar, Este, Estío, Estornino, Estuario, Estar, este caer infatigable hacia el mismo decir; en resumen: Aquí. 

 

En un patio trasero cualquiera, digamos uno de mirada distante, de un jardín inexistente, de un pasto adusto, muerto, amarillo. Un patio de cielo azul de complemento, de portón piso-techo, de asador viejo y descompuesto. Un patio trasero cualquier, sólo Aquí, Adentro. 

 

Sí. Lo habrás llamado al pronunciar su nombre. 

 

                                                          Marguerite Duras 

 

En un patio trasero cualquiera, este hombre lleva rodeada en giros la correa y viste en negro. A tropiezos hala al dislocado. A tropiezos golpea el rostro inerte. Este hombre golpea en soledad, y golpea a su sombra. A tropiezos a su cuerpo. A tropiezas a su espalda, a su nombre; a tropiezos la palabra Miedo, el miedo.  

 

La ciudad es sólo un instrumento para también decir Aquí y decir

 

Alejarse: Huir; alejarse: llegar.  

 

—En el libro que no he escrito sólo estabas tú —dice.

 

                                                      Marguerite Duras 

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