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Al puerto

Benito Gámez González

Regalarle un olor 

El color de una mañana 

Una lúcida melancolía 

Regalarle, una pared en ruinas y tras ella 

El jardín salvaje, el estallido 

De cuervos en el aire. 

Regalarle, su propio rostro al Puerto 

Enseñarle a encontrar gloria en sus miserias. 

Regalarle, su mismo viejo centro 

De arquitectura vasta y carcomida. 

Regalarle el buen regalo de nosotros mismos, 

Porteños, herederos indignos del huapango 

Y del furor que surge del misterio 

—Vestigios que sonríen desde las telarañas —, 

Rincones de Tampico Alto 

Donde las piedras siguen murmurando. 

Regalarle los ojos que nos corresponden 

Ver en el Puerto algo más que viento, 

Que afanes por el tiempo que se escapa 

Y no atesora 

Otra cosa que muertes merecidas. 

Tener los ojos que ven el alma 

El latido que asciende de lo hondo 

Y que ahora dormita indiferente 

En los descascarados edificios 

Y en el prestigio vano de tiendas incontables. 

Ver finalmente el Puerto que no vemos 

El Puerto que somos sin saberlo. 

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