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Un cierto destello

Andrés de Luna

Los llamados «fenómenos» son seres que deambulan por el mundo para ser vistos. O al menos es lo que esperan de ellos quienes los exhiben.

En la antigua corte de Vlad Tepes, mejor conocido en Occidente como Drácula,  a mediados del siglo XV en la actual Rumania, tuvo entre sus diversiones una corte de personajes que retaban a la genética y a los cuales habían colocado en la senda legendaria. Se buscaba en Europa a los fenómenos más llamativos que pudieran exhibirse en esos espacios señoriales. 

Tener un aspecto extraño, al menos eso era lo interesante para las cortes los aristócratas europeos. Llevaba implícito el interés de distintos espectadores que gozaban al observar el aspecto ‘misterioso’ de estos seres que por una u otra razón habían nacido con algún  problema en su anatomía. De este modo, seres al estilo de Tognina Gonzales, una niña retratada por la pintora boloñesa Lavinia Fontana, a finales de la centuria del XVI, hizo de su cuerpo y rostro peludo una de las atracciones que mejor se acomodaban a los intereses de los espectadores ávidos por novedades de esa naturaleza. En México existen algunos casos, uno de ellos fue el famoso enano Jesús Fernández, un hombrecillo de piernas curveadas, cuyo excesivo gusto por el alcohol, impidió que llegara más lejos en su carrera fílmica, que se consagró, entre otras, en dos cintas de Luis Buñuel: Nazarín y Simón del desierto. Otro asunto que llama la atención es el de Julia Pastrana  (1834-1859), ella había nacido en la Sierra Madre, frente al Golfo de California, y tuvo como madre, tal vez adoptiva, a otra de las indias buscadoras de nombre Espinosa. De su infancia poco se sabe, la encontraron en el interior de una cueva, a la que los intrigantes dijeron que era un lugar repleto de simios y osos, y que el aspecto de la niña era de una suerte de mandril. Esto por las enormes quijadas que tenía, la doble hilera de dientes, una boca con labios gruesos, el vello que le cubría buena parte de su figura y unas enormes orejas. Todo esto la convirtió en un ser raro. Al morir su madre o madrastra, se convirtió en la sirvienta del gobernador de Sinaloa, un tipo llamado Pedro Sánchez. Aprendió en este lugar las labores de una casa burguesa de esos tiempos. Es decir aprendió a realizar los aseos de una casona: sacudir, lavar, planchar y cocinar. Todo esto lo hizo con el apremio que otorga ser reconocida por sus patrones. Sólo que un día fue agredida por los hijos del gobernador, quienes la hostigaban debido a su «fealdad». La encerraron en un corral y la trataban de lazar provocándole heridas en varias partes de su cuerpo peludo, Al hablar con sus patrones de esto, ellos decidieron enviarla fuera de su mansión. Y así fue como en la década que va de 1854 a 1859 fue mostrada al público en varios sitios de Estados Unidos, de Canadá y   Europa.  

 

Se dice que ella era un personaje amable y dulce, que lo mismo sabía bailar un vals que otros ritmos. Al llevarla fuera de la casa de los Sánchez, Julia fue vista por un empresario estadounidense  Rates. El la convenció de que su aspecto sería bien visto por los habitantes del país de las barras y las estrellas. Partieron en barco, sólo que este provocaba mareos en la joven. Ella se la pasaba durante horas a la orilla de la embarcación, y ante la mirada expectante, de otros que iban en el navío. La veían doblarse y vomitar con el estómago desecho debido a los movimientos del barco. 

 

Llegados a Nueva York fue examinada por científicos y hombres dedicados a la medicina, quienes la encontraron ‘humana’ y sin rasgos de negritud. De este modo ella fue un personaje al que se miraba con recelo y curiosidad. Fue Alexander  B. Mott el que habló de una combinación entre un ser humano y un orangután. Hecho que en estos tiempos resultaría menos que una fábula fantasiosa. Esos eran los momentos en los que Julia Pastrana recorría ciudades al estilo de Cleveland o Baltimore. Se pagaba por verla y además era invitada a fiestas, donde ella ejercía los ritos de la danza. Bailaba, pese al 1.37 metros de estatura, con hombres altos que la veían como una pieza excepcional, una especie de ‘algo’ que se les escapaba a sus consideraciones. En Boston, la ‘mujer oso’, que era una de las leyendas que acompañaba sus exhibiciones, fue estudiada por Samuel Kneeland Jr., quien la encontró digna de ser  una mujer en todas sus consideraciones. Ella, la Pastrana, se dejaba estudiar, ya que Rates la había aconsejado para que siempre que lo requieran los científicos ella los dejara hacer en su anatomía. De esto modo de mujer-simio pasó a ser una ‘dama-diferente’, sobre todo por el análisis llevado a cabo por el médico Kneeland. 

 

Ella tenía un carácter admirable, pues luego de brindar sus servicios en la casa de Sánchez y de ser hostigada por los  hijos de este señor, ella se dio por bien servida al formar parte de los ‘fenómenos’ a los que se mostraba. Era risueña y, según dicen los expertos, tenía las capacidades para aprender de un niño de ocho años. De este modo ella conoció el español y el inglés, de tal forma que entendía a los seguidores, quienes la veían en  alguna de sus giras. En 1857 llegó a Londres, donde fue celebrada como «la indescriptible». Es decir, era un monstruo o un ser tan extraño que valía la pena asomarse y contemplarla en sus actuaciones. Ella cantaba algunas melodías que estaban a la moda. Las cuales ensayaba con su nuevo empresario, al que fue vendida por Rates, el señor Theodore Lent. Este hacía que la muchacha estudiara las melodías y las tarareaba de forma que estuvieran al margen de golpear los oídos de quienes la escuchaban. Al menos una parte del público que la oía encontraba agradable el trino de su voz, aunque otros de sus oyentes la calificaban de mala manera. Ellos encontraban que apenas si conocía el origen de las canciones y que las interpretaba con indudable audacia y sin los matices pertinentes.  

 

El show se montó y ella danzaba en escena un ritmo de aquel tiempo que se le denominaba «escocés». La mujer aprendía con cierta facilidad lo que le enseñaban sus profesores y de esta manera podía tener una serie de cosas que le facilitaba la vida. Lent trató de olvidar que la llamada «mujer mandril» fuera una combinación de estos simios y de un humano. Además, y eso es lo más importante, en México estos primates son inexistentes en las cordilleras nacionales o en cualquier otro lugar que esté al margen de los zoológicos. Hecho este último que ni siquiera se mencionaba como posibilidad para la posible madre de Julia.  

 

La voz de Julia, al paso de los meses, llegó a tener la tesitura de una mezzosoprano, y esto le dio una nueva carta a su favor. La leyenda de «la mujer más horrible del mundo», se veía contrastada con una actitud muy diferente de lo que podría pensarse de un personaje con esos rasgos físicos. Lent contrajo matrimonio con Julia Pastrana en 1857. En este sentido, se carece de una imagen que confirme el hecho. Pues incluso en la España del XVII, en el lejano 1631, José de Ribera, pintor de altos vuelos, hizo el óleo «La mujer barbuda», en el que estaba Maddalena Venturi Degli Abruzzi, una dama a la que le creció una barba espesa al llegar a los 37 años. En el lienzo puede observarse a una familia, aparece el esposo y luego a la derecha está la esposa con el tercer hijo de ellos. Llama la atención que la dama está amamantando a su hijo y tenga un pecho que sale para posarse ante los ojos del  pintor. Antes, sin la presencia marital, Sánchez Cotán había realizado un cuadro de  Brígida del Río, otra de las mujeres que tenía este apéndice barbudo en el rostro. Pues bien, en el caso de Lent y Pastrana estos detalles iconográficos están perdidos o nunca existieron. Su cara tenía una barba de buenas dimensiones y un bigote que contrastaba con su rostro.  Ella tenía los pechos con un desarrollo semejante a cualquier dama de su edad, también menstruaba con la regularidad con la que lo hacen las mujeres, y tenía cubiertos los genitales con un vello lacio y áspero. Lo único que era delicado en esa anatomía eran sus pies, que eran pequeños y parecían esculpidos por mano maestra. Cuando el empresario la poseía, ella desprendía de su órganos  generatrices un tufo que le llenaba las fosas nasales, era el aroma de una mujer aquejada por la hipertricosis, lo que la hacía tener pelo en diversas partes del cuerpo. Sólo que esto era parte de los pormenores que tenía el empresario Lent,  luego de tener sexo con prostitutas hediondas de Londres y de otras partes de la victoriana Inglaterra.  

 

¿Qué hacia la diferencia entre unos personajes y Julia Pastrana? Ella era un mujer con un sentido de la limpieza que se practicaba cada tres o cuatro días, bañaba su cuerpo y lavaba sus regiones sexuales con denuedo, sólo que su cuerpo desprendía estos hedores debido a la pilosidad que tenía en esa zona corporal. El empresario gozaba de un cuerpo al que debió enseñar los  pormenores de unas lecciones de lubricidad,  que estaban perdidas en la memoria de una Julia Pastrana abusada y maltrecha por los hijos de un patrón que  confió a su sirvienta a unos familiares deseosos de probar los matices del  abuso sexual. Julia, aunque las prácticas lujuriosas se daban en medio de una oscuridad total, esto porque el empresario quería aislar a la joven del resto del mundo, ella procuraba tratarlo con la benevolencia de su cariño. 

 

Fue el propio Charles Darwin quien se interesó en el personaje de Julia Pastrana, a quien describió en su libro The variation of animals and plants under domestication. Sólo que al mencionarla se equivocó en la nacionalidad de la mujer, pues él  habló de: «Julia Pastrana, una bailarina española, era una mujer notablemente fina, pero tenía una tupida barba masculina y la frente peluda.» 

 

El empresario Lent y su esposa al final de 1857 partieron rumbo a Berlín. La capital del imperio alemán tenía restricciones para montar espectáculos en los cuales se vieran fenómenos. Sólo que el marido dijo que ella cantaba y bailaba, que estaba lejos de exhibirla como un animal de feria. Ella fue actriz en una obra de teatro en el que se cubría la cara hasta ser descubierta. El público se enteraba de la trama porque ante ellos, Julia se mostraba sin más. Esta obra sólo tuvo un par de representaciones, ya que el teatro fue cerrado debido a que la obra fue calificada de obscena e inmoral. Julia entonces bailó y sólo eso pudo realizar en los foros berlineses. Luego fue a Polonia con gran éxito.  

 

A fines de 1859, la Pastrana quedó embarazada, y, al año siguiente,  tuvo un hijo que le iba a traer problemas enormes, esto es  pues su pelvis era estrecha y tuvo que contar con el auxilio del médico Trettenbacher, quien logró el parto con la ayuda del fórceps obstétrico. Era el 20 de marzo cuando nació un niño cubierto de un pelaje que era contrario a la idea de Julia de tener un hijo ‘normal’. El pequeño debió ser atendido pues de pronto  tuvo problemas respiratorios. El infante sólo viviría 35 horas luego de un alumbramiento tan complicado, mientras que Julia moriría cinco días después. Lent lamentó el hecho, ya que se le iba una mina de la que apenas había extraído una pequeña parte de lo que él pretendía. En la Universidad de Moscú ambos cuerpos fueron embalsamados por Sukolov. 

 

Con ese hecho reinició una aventura más de la mexicana y su hijo. De ese modo la Parca apenas si pudo cumplir su cometido, ya que el ambicioso empresario los mostró en un sinfín de lugares. Para 1889 las momias de Pastrana y su infante se encontraban en Munich, Después pasaron a Viena. Tiempo después estas momias perdieron interés en los espectadores europeos, y fue hasta 1969, cuando un juez decretó su búsqueda en Noruega y Suecia, sitios donde podían haber quedado estas huellas mortuorias. Las encontraron para que hace unos años se repatriaran a Sinaloa, sitio en el que fueron enterrados ambos cuerpos, y esto con la participación del gobernador Malova, un oportunista que quiso guarecerse bajo la sombra beatífica de Julia Pastrana.    

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